Una de las joyas principales en la entrada del Parque Nacional de Silento, Valle de Diano y Alburni está representada por las excavaciones de Velia (por los romanos) o Elea (por los griegos). Los restos de esta antigua ciudad enriquecen el ya importante valor de nuestro territorio.
La antigua ciudad de Elea (de Hyele, nombre que los habitantes autóctonos dieron al surgimiento del lugar) fue fundada cerca del 540 a.C. por un grupo de exiliados provenientes de la ciudad griega de Focea en la actual Turquía, ocupada por los persas.
La feliz posición geográfica, situada en el centro de los intensos tráficos entre Grecia y Etruria, transformó a Elea en una de las polis mas ricas de la Magna Grecia.
Sus dos puertos, (uno sobre el mar y uno sobre el rio Alento), y un eficaz sistema defensivo ayudado por una naturaleza intransitable y una prolija diplomacia han permitido a Elea de evitar la conquista de los lucanos, al contrario de cuanto sucedió a Poseidonia (Paestum). Elea siguió siempre una política de sustancial neutralidad, logrando casi siempre no inmiscuirse en los muchos conflictos que ensangrentaron las relaciones entre las polis de la Magna Grecia.
Importante puerto y centro cultural en el siglo V, Elea devino notable sobre todo por las figuras de Parménides y de Zenón, fundadores de la escuela filosófica Eleática, pero obtuvo el máximo desarrollo en la edad helenística y en gran parte de la edad romana fines del siglo IV a.C.- siglo V d.C.
Durante las guerras púnicas, Elea eligió la fidelidad a roma a quien proveyó naves y permisos para conservar un sustancial control del mar Tirreno. Las optimas relaciones con la superpotencia romana permitieron a Elea prosperar y hasta transformarse en un ámbito de vacaciones.
Fue, en efecto, una de las localidades de esparcimiento preferidas por los romanos (que la rebautizaron Velia): Horacio fue uno de los tantos que allí se dirigió por el consejo de su médico.
En las Epístolas escribe a (vala) para pedir información sobre el trigo, el agua, el vino y los peces de Velia. El escritor latino declara de haber seguido el consejo de su medico Antonio Musa. Estamos, por lo tanto, de frente no solo de una elección dictada por el gusto personal sino también ante una suerte de prescripción medica que certifica la salubridad del territorio Cilentano y de sus alimentos. No es azaroso que en la lista hecha por Horacio (siempre sugerencia de su médico) se encuentren alimentos que todavía hoy son reconocidos como saludables de la Dieta Mediterránea.
En el 88 a.C. la ciudad devino en un municipio romano, pero conservó el derecho de emitir moneda y hablar el griego. La decadencia de la ciudad inició por dos motivos: Roma construyó y potenció muchas rutas que la ponían en contacto directo con el oriente a través del mar Adriático y el vertedero de sus puertos, hoy, de hecho, los restos de los puertos distan a centenares de metros del mar. Relegada, fuera de las rutas comerciales, Velia se redujo progresivamente hasta quedar como un pequeño pueblo de pescadores que en el siglo XI fue definitivamente abandonado para escapar de la malaria y de las invasiones de los piratas sarascenos a excepción de la acrópolis donde, en defensa de las pocas familias que quedaban, fue erigida una fuerte fortificación que todavía hoy se encuentra visible. Con el nombre de “Castellammare de la Bruca” el pequeño poblado sobrevivió hasta fines del 1600.
Las estructuras arquitectónicas de la ciudad antigua, emergen en una basta área de la mancha mediterránea y de exhuberantes olivares, constituyen aun hoy una espléndida unión entre arqueología y naturaleza.
En los últimos siglos el área fue sustancialmente abandonada y después de un largo olvido, los restos de la antigua ciudad fueron redescubiertos a mitad del siglo pasado en el interior del territorio municipal de Ascea y enriquecieron la oferta turística vinculada al balneario estivo.